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domingo, 15 de abril de 2018

05-04-18 DE LA TRILOGÍA CEBREROS CAPÍTULO I











    






     La ley de la casualidad universal, una sumatoria de carambolas, adelantar el viaje y la suerte de decir ¡aquí! y ahí paramos, en el área de recreo de El Fresne un acierto sobresaliente.

Área recreativa.

     Nada más aparcar y bajarnos del coche no salimos de nuestro asombro cuando vemos al aire libre, un púlpito, una pequeña pila bautismal, un altar y a su espalda una preciosa composición hecha con un arco y dos pequeños tramos de muro haciendo las veces de contrafuertes todo ello muy bien trabajado, en piedra de granito. Aprovechamos que viene una pareja y hablando con ellos nos comentan la sorpresa que nos acabamos de encontrar, cada último fin de semana de mayo se celebra la romería en honor a la Virgen de Navaserrada, si habéis leído bien, Navaserrada, nosotros le dijimos lo mismo, ¿será Navacerrada? pero no, dicha virgen es la patrona de Hoyo de Pinares, la ermita a cielo abierto queda muy cuca.

La sacerdotisa.

Ora pro nobis miserere nobis.

El mosén en pleno sermón.

     Después de disfrutar esta mística experiencia religiosa, nos aprovisionamos y empezamos la etapa del día, teniendo en cuenta que venimos de nuestros pinares parece que hemos aterrizado en otro planeta, también repleto de pinos pero de diferente genética a los nuestros, el terreno está abarrotado de lanchas de granito con caminos diáfanos entre medias, del mismo material disgregado, limpios e higiénicos.

     Arrancamos y rápidamente vemos la antigua casa del guarda con lo que queda de la veleta, preciosa estampa.

Giralda.
     Estamos empezando y la belleza de lo que vemos nos asombra, hemos llegado al embalse de Hoyo de Becedas I. El granito, el agua, el verde de hierba y pinos dan a el conjunto una llamativa luminosidad.

Embalse de la Puente.
     Desde aquí paseamos por una bonita pasarela de madera que llama la atención por su ubicación encima de una losa gigantesca de granito y las vistas que tiene al frente.

Viaducto.

     “Pasarela al infinito”. Nos habíamos equivocado, era finita y a su término tiene dos carteles, en uno leemos que podemos encontrarnos en nuestro recorrido alguna nutria, motivo por el cual el resto del camino vamos con los ojos abiertos como platos en su búsqueda, no sin antes echar un vistazo a otro bonito cartel explicativo donde nos expone las múltiples clases de aves que pueblan el entorno.


Avifauna de la zona.

     Volvemos al camino de tierra, en suave y cómoda pendiente, vamos con los ojos como los

tarsero
Lémures.
Esperando la posibilidad de ver alguna nutria, ojala tengamos esa suerte…, no las hemos visto en vivo nunca y son de nuestra familia de los mustelidae, de momento lo que vemos al otro lado del embalse es un cormorán. En las fotos que hacemos sale solo como un punto negro y encima borroso, una pena porque es una ave con un perfil que nos gusta mucho. Es un continuo disfrute la visión del nuevo paisaje, cuando nos queremos dar cuenta estamos viendo el final del embalse.


Recula
     El final del embalse nos da paso a un río que baja encajado entre tremendas lanchas y bolos de granito a los que les desgasta con mucha paciencia a su gusto, dándoles unas formas suaves y sugerentes. Vemos uno de los múltiples postes de señalización de la ruta, que además en este caso es informativo y con una llamativa curiosidad, encima del poste tiene un ¡pequeño hito!, lo que nos "requeteindica" que vamos por buen camino. Además de informarnos de que vamos por la Ruta del Agua y que por aquí vuelven los del itinerario con el armonioso nombre de la Ruta de la Mina Ceferina.


¿No es bonito el cartel con el hito coronandole?

      Estamos en el paraje de la Caída del Fresno, donde el río tiene una forma peculiar, vemos que hace lo que podríamos llamar meandros, cosa curiosa teniendo en cuenta que baja encajonado entre granitos. Llegamos a un punto en el que el río hace un "recodo del fraile" que al final nos enseña la pantalla del segundo embalse. Subimos hasta ella, donde nos encontramos otro cartel, este es triple porque además de indicarnos la ruta que llevamos y la que viene en sentido contrario, de postre nos anuncia el nombre del segundo  embalse de Hoyo de Becedas II, también llamado embalse Valdedomingo.


Tríptico.

Rebosadero.
          ¡Qué manera de disfrutar! Todo el camino es sumamente vistoso. Continuemos saboreando del camino, - “estos chicos, mira donde van a subir la piedra” - Vamos a descansar un rato los ojos, seguimos sin ver ninguna nutria.


Totem.


Mirando hacia adelante.
    Vamos andando y lo que vemos nos gusta de verdad, un poquito más  y divisamos un camino embriagador, otro que añadimos al catálogo.


Lindo camino.


     Solo se puede parar con el fin de mirar, aquí, allá y acullá, porque todos los rincones son preciosos. Proseguimos deleitándonos con el camino y vemos el final del segundo pantano, también vemos a lo lejos lo que nos parecen dos patos.
Al fondo se acaba el pantano.

¿Dónde están los Patos?

     Íbamos mirando a los patos pensando que cuando llegásemos echarían a volar, según nos acercábamos les vemos que están durmiendo tan tranquilos, incluso parecía que "roncaban", lo que estaba claro era que desprendían paz.

Señor y señora pata

     No nos acercamos más para dejarlos tranquilos, que lo están, cuando volvemos la cabeza vemos un ejemplar precioso de pino, de los que hay muchos durante todo el camino.

Tronco recto.

     Llegamos al final de la segunda presa y creemos saber por qué la llaman la Ruta del agua. Venimos viendo que gran parte del camino que llevamos pasa por una zanja en la que se supone lleva enterrada una conducción de agua, se ven en algunos tramos del camino unas trincheras sospechosas y más adelante también se ve lo que nos lo confirma, un tubo forrado con piedra que cruza de margen al mismo tiempo que lo hacemos nosotros por un puente en estado muy precario. Es simple pero efectivo, pasa completamente desapercibido, aunque estamos seguros que no se oxidara, lo que sí que necesita son unos retoques y seguirá haciendo su función muchos años más.

Puente de granito
     Esto es una especie de edén, la temperatura, la luz, el color y sobre todo que no hace viento. Llevábamos muchos días que donde fuéramos nos atacaba inmisericorde el viento y no nos gusta. Hemos cruzado a la margen derecha, al sitio de los Pilones de Valdemigas y no mucho más arriba vemos una represa que cuando nos acercamos nos da la razón, efectivamente tiene una captación donde recoge el agua para llenar un tubo de un diámetro generoso que posiblemente lleve el agua hasta el pueblo. La sumatoria de los dos embalses, el río, la represa y la canalización le obligan a la ruta  que sea denominada del Agua. 


Dique.


     Es curioso ver esta zona tan diferente, más verde, un poco menos granítica, aunque pronto vuelve a la normalidad. Enfrente vemos un bonito molino con las aspas paradas por la escasez de viento, miramos a un lado y al otro, ni rastro de don Quijote ni de Sancho.


Molino-barbacoa.

     A diestro y siniestro vemos "microparcelas" con "minichabolos", cada uno hecho a su libre albedrío, con diferentes materiales, distintos oficiales y variados acabados, que van desde una buena ejecución hasta la chapuza digna de medalla. Debido a que estas parcelas se han adosado entre ellas y al mismo tiempo al río, eso nos hace el que tengamos que separarnos del mismo, subimos una pequeña cuesta y llegamos al bendito comedor. Aprovechamos el rato de la comida para pensar que hacer con la vuelta, bajar pegados al río Becedas como hemos subido, o bien, bajar por donde está marcado que debe ser un poco separados de él. Terminamos el bocata y hemos decidido ir por arriba, será diferente y seguro que igual de bonita, cruzamos un puente valido para vehículos y comenzamos el descenso, pronto nos damos cuenta que hemos acertado plenamente, al levantar la vista del río nos encontramos verdaderas joyas.


Magnifico ejemplar.

Pino, pantano de Valdedomingo y poste que marca la ruta de Agua. 


     Desde arriba seguimos viendo el río y disfrutamos del nuevo itinerario que es muy agradable, continuamos bajando y vemos un frutal que da unas peras grandes de verdad.

La pera y el melón.
     El camino no nos está decepcionando. No para de sorprendernos porque detrás de una curiosidad viene otra. Descenso cómodo, nos encontramos un pino que nos recuerda la  cabeza seminal de diente de León, ésta de tamaño mastodóntico, pedimos un deseo y soplamos, primero está altísimo y segundo nos damos cuenta que este no vuela.



Sopla, sopla.



     No le mueve soplando ni "Pepe Potamo". Vamos a dejarle en paz que no nos ha hecho nada más que alegrarnos la vista. Estamos viendo ejemplares de pinos con muchos años y unas formas muy atractivos, "cuidadin" la senda hace un regate y nos introduce en una antigua cantera donde vemos que al terreno le han rellenado y alisado, da la sensación casi de ajardinado. El poder pasear tranquilamente y mirarla tranquilamente nos permite observar la belleza del farallón resultante de la extracción de la piedra. Es curioso que viendo el tremendo corte de granito no se aprecie un corte limpio y sano, toda la piedra que ha dado la cantera ha sido de pequeño formato, la visión del gran paramento expuesto al sol que le da de frente le imprime una luz y una gama de tonos que nos lleva a pensar que todo el trabajo aquí realizado, la luz y el tiempo han conseguido una obra de arte. Nada más salir otro quiebro nos enfrenta a otra cantera, esta parece hija de la anterior, menos llamativa pero vistosa también, si cerramos los ojos y dejamos volar la imaginación oímos a las mazas pegar fuerte en las cabezas de los punteros y de las cuñas para ir desgajando la dura piedra.




La han dejado preciosa los canteros.





     Nos gustan las canteras aunque somos conscientes de ingente trabajo que conllevan, las dejamos a nuestra espalda, al momento nos parece estar en medio del océano viendo a dos gigantes.


Ballena franca.

Ballena jorobada.


     ¡Mucha imaginación! Esperemos que no nos falte nunca, nos habíamos olvidado del río, ahora que estamos terminando la etapa nos acercamos de nuevo a él y vemos el primer embalse desde un poco más arriba. 

Presa de El Puente.

     Seguimos bajando y ahora llegamos a la meta por un camino que desemboca más cerca del coche, ha sido una etapa preciosa que ha hecho su cometido, "desinfectarnos" la mente y prepararnos para disfrutar del viaje ¡Nos vamos a Cebreros!

     Tenemos que reconocer que de todas las etapas que conocemos, que por otro lado no son tantas, pero de las que hemos visto la de hoy es la mejor señalizada que hayamos visto, un niño podría hacerla solo tranquilamente, se la ve que está señalizada recientemente, a eso le tenemos que sumar la belleza intrínseca del lugar, para nosotros una verdadera gozada ¡Un diez!
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