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jueves, 25 de mayo de 2017

La Velilla 20-05-17



20-05-17

Perdidos

     Entramos  a La Velilla, dejamos la SG-P-2322 y tomamos la primera calle a la derecha, enseguida a la izquierda y aquí aparcamos. Cogemos los "trastos de matar" y arrancamos, desandamos cincuenta metros y estamos en la calle "barra" camino de los Molinos. Nos asomamos al antepecho que nos encontramos enfrente y vemos el curso del Rio Cega y viniendo desde nuestra espalda le acomete el arroyo del Vadillo.

Puente sobre el Cega.

El Vadillo aporta su grano al Cega.

    Salimos del pueblo dirección sur. Nos llama la atención un lugar que no parece pertenecer a este hábitat, este espejismo nos nubla la vista y nos desvía del camino correcto (primer error). Transformado por las manos del hombre aparece un vergel al lado de un secarral, son los  antiguos molinos de la Umbría, vemos que los han restaurado y el entorno esta verde como un campo de golf, cuidado con mucho esmero. Una bonita chopera (Populus Alba) se encarga de refrescar la zona, hay incluso una pista de hípica, aunque se la ve que ha tenido tiempos mejores ¡Da gusto verlo tan cuidado! Por el contrario, justo enfrente a nuestra izquierda, vemos el terreno natural; pequeñas sabinas y encinas; suelo calcáreo, pedregoso y mísero, parecen dos mundos diferentes.


Ha quedado estupendo el molino.

Campo de salto.

      Seguimos y cuando nos queremos dar cuenta se nos acaba el camino de los Molinos. Cometemos el segundo error y continuamos por un sendero que hay enfrente. A nuestra derecha nos acompaña el rumor del Cega, no podemos verle por la maleza que nos lo impide. La senda cada vez se nos hace más angosta y difícil. Enfrascados con la charla no nos habíamos dado cuenta que no vamos por el camino correcto. A nuestra izquierda vemos algún nido de buitres y muchas "casitas" de mirlos, viven tranquilos, se saben más rápidos que los torpes buitres incapaces de atrapar una pieza viva. Nos da la sensación de que se relamen cuando nos miran, suponemos que serán imaginaciones nuestras. Los cortados calizos nos resultan curiosos y con un colorido precioso.


Buitre con cría en el nido.

Bajo los salientes cientos de nidos de mirlo.
      

     Tenemos a la izquierda el escarpado muro de piedra caliza imposible de sortear; a la derecha el Cega con su muro de maleza y a nuestra espalda todo el camino errado. Seguiremos aunque demos un poco más de vuelta. No tardando mucho nos damos cuenta del desacierto cometido, no se hace fácil caminar entre enebros, encinas y zarzas, andamos un poco perdidos la naturaleza no nos permite ver más allá de tres metros y cuando nos empezábamos a desesperarnos para colmo tenemos que tirarnos cuerpo a tierra por debajo de la maleza. ¡Aleluya! ¡Magia! Aparecemos justo en el G.R. que buscábamos, encajonados también por la naturaleza.


G.R.
    

     Ahora que parece que nos hemos situado y vamos más cómodos, subimos por las Torcas una leve pendiente empedrada y llegamos  arriba, al lado del Morro Pelado. Aprovechamos y comemos ¡Prosigamos! llegamos a el Guijo y por unos instantes vemos la torre del castillo de Pedraza, ¡Eureka! vamos por el buen camino, de nuevo nos despistamos, vamos entre cercados que más bien parecen muros de contención.

Valla
   

     Es curioso las vallas de casi dos metros de ancho para guardar  unas fincas inhóspitas que imaginamos que para lo único que valdrán será para pastos de cabras. Además contienen sabinas, pequeños enebros y encinas que no nos dejan ver nada. Seguimos andando y andando, de repente llega la claridad y la sorpresa, nos encontramos a nuestros pies de nuevo La Velilla. Está claro que nos hemos perdido otra vez y hemos dejado atrás y a la derecha Pedraza y la cueva de la Griega que teníamos ganas de verla, un verdadero descontrol. Hemos ido por la etapa prevista un km. el resto, perdidos, hoy no nos han funcionado bien ni los satélites, ni el "Wikiloki", ni siquiera la cabeza. Ha sido un día raro, hemos ido todo el día como los caballos de los picadores con anteojeras, solo hemos visto camino donde lo había y poco más.

     Bajamos por Las Cuestas que haciendo honor a su nombre nos cuesta bajar, no tanto por la pendiente, que también, sino porque está repleto de piedras sueltas.

Las Cuestas
   

     Llegamos de nuevo al Camino de los Molinos donde nos encontramos con Félix con el que comenzamos una animada charla. Nos comenta entre otras muchas cosas, que estuvo doce años de pastor en Pedraza donde empezó de niño, increíblemente nos revela que la pendiente que tenemos enfrente por donde acabamos de bajar tan dificultosamente, en su tiempo la sembraba él. Que por esa misma cuesta bajó con un carro de bueyes la piedra para hacer la nave que tenemos detrás y también por el mismo sitio bajo los palos para la cubierta, un trabajo titánico de los de antiguamente. Le preguntamos por el vergel de los molinos que nos mata la curiosidad, nos pone al corriente diciéndonos que el primero lo compro y lo mando arreglar un ex ministro, (un buen sitio para esconderse entonces, hoy en día menos), posteriormente viendo el resultado rápidamente se vendieron y arreglaron  los demás. Nos comenta que la obra de uno de ellos la hizo un paisano nuestro del Espinar, hablando de la etapa que queríamos hacer y no hemos hecho nos dice Félix que teníamos que dejar El Picozo a la derecha. Ahora vemos donde hemos cometido el error, nosotros le hemos dejado a la izquierda y hay ha sido donde nos despistamos. Tiene ganas de charlar, tiene carrete, pero nos tenemos que despedir hasta la próxima que tendremos que hacer la correcta.

     Entramos de nuevo al pueblo por donde salimos esta mañana, descargamos petates y palos y nos vamos, falsa alarma, según salimos cruzamos el puente y nos sorprende la vista del río, automáticamente aparcamos para asomarnos otra vez al Cega y echarle un último vistazo.



Puente sobre el Vadillo en su encuentro con el Cega.


El Cega aguas arriba.


Aguas abajo.

Comienzo del cañón
    
     Vemos el comienzo de un cañón  abierto curiosamente en granito, lo más bonito del día. En vista de lo que nos dejamos sin ver estamos obligados a meter otra etapa a la carpeta de pendiente, para otra próxima visita. Nos vamos, ahora sí.

     La guinda del día es una puesta de sol castellana, no es lo mismo que esos ocasos paradisíacos, pero al Comando Peñota nos gustan los crepúsculos de sopa de ajo castellana, cochinillo y cordero ¡En que estaremos pensando…! Otro postre, llegamos a Torrecaballeros, vemos el Rancho de la Aldegüela y se nos viene a la cabeza la maravillosa cena y la posterior fiesta que nos obsequiaron hace ya casi cuatro años ¡Buenos recuerdos! Haciendo memoria casi nos vamos cenados a casa, “y lo otro”, dentro de unos días una pareja está de aniversario, ¡Felicidades!









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