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martes, 12 de octubre de 2021

Cantabria magica.

  07-10-21 


Cantabria mágica


        El Comando Peñota lleva cinco meses varados en dique seco y que mejor que aprovechar que tiene que hacer, por exigencias del guion, un viaje a la orilla del Cantábrico, para volver a disfrutar del senderismo por la naturaleza, y ¡Que naturaleza! 


         Nada más llegar a Santander los pajarillos segovianos nuestros de cada día se han transformado en grandes gaviotas cántabras de patas tridáctilas, anaranjados picos ganchudos y escandalosos graznidos amenazadores que nos acompañarán solamente hasta el inicio de la etapa.

Y para comenzar como dirían nuestros admirados Tip y Coll cuando hablaban entre ellos en francés, "Comenzons".


        Desconocedores del terreno utilizamos la ley de la casualidad universal de nuevo, para ello tomamos el mapa y con los ojos cerrados pinchamos en él y nos dirigimos a la playa más cercana, tenemos que callejear hasta que llegamos a un fondo de saco donde recalamos. Una vez pertrechados levamos anclas, bajamos unos metros hasta coger una vereda por la que bajamos y de golpe y porrazo (nunca mejor dicho) tenemos enfrente el mar. No da la sensación de verle por primera vez, suponemos que como a todos los que vivimos de continuo a más de 200 millas de cualquier mar, entre ellos los segovianos ¡Una maravilla¡ Aquí tomamos una senda a babor con rumbo norte desde donde empezamos a descubrir la belleza de la playa elegida al azar y que se llama Los Covachos ¡preciosa! Después de tanto tiempo en el centro de la península, lejos del mar, encontrarnos con esta joya, estos acantilados de roca caliza, este agua cristalina y lo mejor de todo, una cosa que no habíamos visto nunca, lo que denomina un cartel explicativo con el redondo nombre de tómbolo que es un pasillo de arena que une tierra firme con la isla llamada Del Castro. Se ve también la playa rodeada por un acantilado de altura considerable con algunas cuevas horadadas en él, de donde le viene el nombre a la playa, una belleza para disfrutar de su visión. Aprovechando la maravillosa luz que tenemos el día de hoy, tratamos de ver el acceso a la playa y  descubrimos que por el punto más bajo del acantilado desciende una escalera que parece echa de hormigón y rota a partir de la mitad, nuestra conclusión es que hay que ser un escalador muy osado o hay ascensor secreto porque hay varios bañistas entre ellos algún niño. 

         ¡Cuánto tiempo si ver el mar! Hipnotizados oteamos el horizonte, vemos un Cantábrico tan sosegado que parece que nunca ha visto olas, así no hay manera de que nos llegue un mensaje en una botella, también es imposible ver el velamen extendido del Cutty Sark, ni de La Pinta, ni de La Niña, ni de La Santa María, ya soñando y es bueno porque dicen que soñar con barcos es un buen presagio.

Isla de Castro y su tómbolo    



Los Covachos en baja mar

       Probando si vamos a poder hacer la etapa con el brazo quebrado, parece que despacio vamos haciendo camino o senda. Llegamos al saliente que abriga a la playa por el norte, mirador natural similar a la proa de un barco que nos permite admirar Los Covachos íntegramente, agradecemos a nuestra suerte la carambola que nos ha traído hasta aquí, es posible que haya en Cantabria playas tan bonitas como ésta, pero más, difícilmente. Nos desprendemos del encantamiento, giramos ciento ochenta grados para ponernos mirando a la popa del mirador y tomar rumbo oeste con el Cantábrico a estribor y nos vamos a una velocidad de crucero de 1/2 nudo por varios motivos, estrechez de la senda, vegetación, proximidad a los acantilados, por precaución dada la reciente caída y sobre todo para poder disfrutar de la abrupta y estratificada Costa Quebrada que está formada por urros (islotes), bajos, playas, acantilados… Un día precioso y un mar tan calmado como no le habíamos visto nunca, parece que ha dejado  de existir el viento. Paz, una paz que nos deja volar la imaginación. Vemos al dios romano Neptuno colocando unos malecones gigantes (urros) que le frena el empuje del mar mientras que deja la huella de su tridente grabada en las rocas.

"Los arañazos de los dioses".
     

      El tiempo que llevábamos sin ver el mar y lo vistoso del terreno no nos permite salir de nuestro asombro, nos mantiene con los ojos abiertos como platos.

        Un descubrimiento detrás de otro, ahora nos toca disfrutar de la belleza de la fragilidad de la flora, contrastes, descubrimos unas delicadas flores de un blanco níveo que están siendo polinizadas por un tremendo "abejorro San Bernardo" que cada vez que se posa da la sensación de que las va a chafar (a la vista del momento nos viene a la cabeza las fotografías de nuestro admirado paisano Rubén Martín Pesquera especialista en capturar magistralmente la belleza de las flores siendo polinizadas entre otras cosas) a su espalda cuarenta metros más baja la playa con el bonito nombre de La Arnía que está rodeada de un decorado tan fantástico como el de las novelas de parecido nombre que escribiera Lewis.

Contraste, fondo escabroso, playa suave y flores delicadas.

   
   ¿Qué vemos? ¡Un oasis! Le aprovecharemos, para mitigar los más de treinta grados que hacen a pleno sol del que es imposible librarse, no hay ni una sombra.

      Una vez refrescados gracias a sendos tintos de verano que hemos tomado en el descansadero con el rotundo nombre de El Cazurro nos vamos tan contentos cantando el famoso éxito del 88.


         🎵🎶 El chiringuito.... 

Yo tengo un chiringuito

A la orilla de la playa

lo tengo muy bonito

Y espero que tú vayas

El chiringuito

El chiringuito

El chiringuito 🎶🎵,


      Cuando volvemos al camino nos encontrarnos con un impedimento, las vallas particulares  han avanzado hasta los acantilados, motivo por el que la senda se corta en este punto. Damos un rodeo de un cuarto de milla  para salvar el obstáculo, enlazar de nuevo con la senda y continuar de nuevo rumbo oeste paralelos a los acantilados donde nos encontramos con unas higueras que dan más caracoles que higos, de lo que se deduce que a los gasterópodos terrestres también les gustan los higos, lo sentimos pero la curiosa fotografía hecha con el "zapato" ha salido una chapuza, dejamos atrás ¡¡¡caracoles e higos!!!  Cuando miramos al frente vemos un urro (que es como llaman por aquí a cada uno de los muchos islotes que afloran en esta costa) desde el mismo momento que echamos la vista encima nos atrae, nos llama, da la sensación de tener vida, da la sensación de palpitar, es imposible es una roca, pero claramente nos está diciendo que vayamos a ella y que la miremos a "los ojos".

El descubrimiento.

          
      Y aquí estamos frente a ella, a partir de este momento la fascinación es absoluta, Cantabria mágica, nos ha hechizado, porque sabemos en qué región estamos si no diríamos que es una "pedra das meigas". Esa formación rocosa que aflora suavemente apoyada sobre una mar totalmente en calma, nos da la sensación de que la mece suavemente. Nos sentamos para admirar la composición tranquilamente, nuestra fantasía que no tiene medida es incapaz de sujetarse y se dirige suavemente hasta colarse por ese atrayente pasadizo donde  se tiene que encoger para cruzar a un espacio en otra dimensión que se haya cobijada en un recoveco de nuestro cerebro. Vertiginosamente acuden a nuestro cerebro infinidad de recuerdos, medio siglo antes, cuando los mares estaban en los mapas vemos un joven que "embarca" en San Rafael en una singladura que dura una vida por todos los mares del mundo incluidas fuertes tormentas, motines, etc... 


Urro del Manzano

      
      Un día y seis estancos  después estamos buscando unas postales para mandarlas a hermanos y amigos cuando nos encontramos "una fotocopia mejorada" realizada por un entendido en la materia que se la mandamos a...



    
      Nos costó apartar la vista del islote mágico y de los recuerdos, pero continuamos para llegar a un mirador donde damos buena cuenta de un delicioso bocata de queso ahumado de Cantabria  del que disfrutamos al mismo tiempo que de las vistas de las formaciones rocosas que tenemos a nuestro alrededor con la playa de Cerrías al fondo. Llegó el momento, nos aparejamos y nos vamos de vuelta.

      Hacemos un paréntesis para hacer un reconocimiento del terreno y lo que conseguimos es sorprendernos cuando vemos lo que parece un vigía subido a la cofa y en realidad es "la gaviota al piquillo" que se nos ha salido de la cabeza y está cotilleándolo todo (perdón por la mala calidad)

"La gaviota al piquillo"

 

      Volvemos sobre nuestros pasos con el mar ahora a babor, nos encontramos de nuevo con la visión del "urro encantado" al que llaman del Manzano ¡precioso! Continuamos y al rato caemos en la cuenta que nos dejamos atrás una curiosidad que habíamos visto a la ida y que no podemos dejar de ver y menos mal, porque cuando llegamos nos encontramos con otra sorpresa. La primera impresión que tenemos es de que estamos viendo la entrada al infierno, ¡asombroso! Delante de nosotros se nos abre un socavón de grandes dimensiones al cual cuesta asomarse por tres motivos; la profundidad, lo abrupto de los bordes y por el sonido que sale de él y que es fruto de la entrada y salida del agua del mar en el fondo del hoyo. Conclusión ¡es un bufón! Eso sí, gigantesco. Nada que ver con los únicos que habíamos conocido anteriormente, los bufones de Pria en Asturias de tamaño muchísimo más reducido. Cuando nos asomamos a él la impresión no nos permite ver el fondo, aparte del considerable tamaño tiene una gran profundidad, es conocido con el rotundo nombre del embudo de Pedrondo o bufón de Liencres. Si tenemos en cuenta que hoy el mar está completamente en calma se nos ponen los pelos de punta solo de pensar lo que tiene que ser está especie de altavoz gigante rugiendo a todo volumen con un oleaje montañoso en el mar. Ante su visión y escuchando el arrebatador rumor que suena hoy nos vamos completamente excitados.

      En una de las fotografías se ven al fondo más o menos claras unas vacas que nos pueden servir de referencia para determinar la exagerada altura del embudo de Pedrondo, que dado su nombre nos vienen a la cabeza dos cosas, primera que su descubridor se llamaría Pedro y segunda que cuando le vio lo primero que dijo fue ¡¡¡Hondo!!!, de ahí claramente sale la contracción de Pedr'ondo que dio nombre al bufón...

Bufón de Liencres.


Bufón de Pedrondo.


      Pronto llegamos de nuevo al tramo urbano del recorrido que nos guarda una nueva sorpresa, una heladería ambulante que nos va a refrescar, disfrutamos de dos helados uno de limón y otro de tutti frutti, ¡que ricos!


      De nuevo en la senda miramos al oeste, nos damos cuenta que las mareas también hacen su "brujería", ahora coincidiendo con la pleamar se cubre casi en su totalidad la playa de Arnía, incluso hoy en día que sabemos los motivos que causan las mareas, no deja de sorprender que este volumen de agua pueda subir 2,5 m. y aproximadamente doce horas después los baje de nuevo, lo que no sabemos es porque el mar está condenado a cadena perpetua a trabajos forzados y no poder descansar nunca, que cansancio tener que estar en movimiento "per saecula saeculorum"


Playa de Arnía en Pleamar



         
Nos asomamos de nuevo al privilegiado mirador que nos muestra la preciosidad de los Covachos en todo su esplendor, ahora que ha subido la marea el agua ha tapado el tómbolo que une la isla del Castro a tierra y que cuando empezábamos la etapa de hoy veíamos casi íntegramente, también cubre casi completamente la playa en la que se ve algún osado bañista porque desde luego hay que ser muy atrevido para llegar a ella, playa nudista a la que tienen acceso los perros que no sabemos cómo bajaran, mucha suerte tienen de poder disfrutarla. 
Estamos seguros que no tenemos nada que ver en la tranquilidad que nos muestra el  Cantábrico cosa que suponemos no será muy normal teniendo en cuenta lo que nos muestran la huellas que deja "escritas a pico y pala" en la totalidad de los acantilados de la Costa Quebrada.


El tómbolo cubierto por el agua.

Los Covachos con pleamar.

       Bordeamos los acantilados que resguardan y a estas horas quitan el sol de la playa y antes de llegar al punto donde cogiéramos la senda al inicio, nos hacemos un recodo del fraile que nos lleva a la meta donde contabilizamos el rol que en este caso es sencillo dado que solo está compuesto por dos tripulantes, vemos que la singladura de hoy ha sido de solamente 2,003 millas marinas, poco es, pero teniendo en cuenta que la hemos hecho lesionados, faltos de entrenamiento, pero como hemos disfrutado tantísimo  nos vamos tan felices incluso con la cabeza llena de gaviotas, que por cierto son pesadas y sus graznidos son muy escandalosos.

        Hasta aquí hemos llegado pero ya estamos deseando continuar disfrutando de la "Magia Cántabra" y de la belleza de la Costa quebrada.





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