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sábado, 19 de noviembre de 2022

04-10-2022 Faro de Ajo

 

04-10-22 

Los ojos del cantábrico

        En el pueblo con el curioso nombre de Sotomio iniciamos la mini etapita. Bajamos hasta el lugar conocido como La Ojerada, cuando llegamos, el escenario nos deja completamente sorprendidos, nos encontramos lo que podríamos llamar "orbitas oculares", un prodigio creado por la naturaleza, que después de miles de años trabajando al unísono el mar, el hielo, la arena y el viento han conseguido hacer esta composición. A través de sus cavidades descubrimos sus "iris" de un precioso azul "Cantábrico", hay algo en ellos que nos atraen subliminalmente, que nos hacen atravesar esa doble "puerta espacio temporal" una vez hemos cruzado, aparece delante de nosotros gigantesco, sosegado, sigiloso y atrayente el Cantábrico. Para los que somos del interior, se muestra inmenso ¡qué cantidad más grande de agua! Y es una mínima parte del total. Cuando salimos de nuestro asombro caemos en la cuenta que nos encontramos sobre una gigantesca losa calcárea inclinada a forma de gigantesco lavadero que se podría usar holgadamente para enjabonar y enjuagar "los trajes de ballenas y cachalotes".

Cantábrica óculos.

 
      La losa que nos sirve de suelo es irregular, en ella descubrimos múltiples pequeñas cavidades, verdaderas joyas, que dan milagroso refugio a preciosas formas de vida, trazos de efímero verdor que nos cautivan, diminutos jardines zen japoneses realizados con primor por la creativa naturaleza ¡Cantabria más mágica que nunca!

Tiesto mínimo.

Puestos a imaginar.


      Una vez que hemos disfrutado de los múltiples micro jardines botánicos rodeamos la roca que tenemos a nuestra derecha para asomarnos a ver el cabo de Ajo, nos hubiese gustado llegar a él para, si fuese posible, ver el cabo de inolvidable nombre - ¡Matxitxako en Vizcaya! - que resuena en nuestro cerebro de nuevo en la voz de nuestro maestro don Donato.


Al fondo el cabo de Ajo.


      Desandamos el camino para atravesar la "puerta temporal" de nuevo, esta vez en sentido contrario, nos encontramos que ahora tenemos una experiencia pre-mortem para descubrir en este caso la luz no al final del túnel si no de los túneles, porque son dos, admiramos la entrada y el fabuloso techo pensando en los frescos que podría pintar Miguel Ángel, una vez que hemos cruzado el túnel volvemos de nuevo a la realidad.


Bóveda de la capilla...


      Realmente dejamos atrás una prueba más de la Cantabria mágica, para encontrarnos de frente la bonita playa de la Arena protegida por la Ria de Ajo. 

Ría y playa.

      Subimos una ligera pendiente para tomar una senda que nos lleva paralelos a nuestro ya amigo mar Cantábrico, desde aquí nos asomamos a un mirador que nos muestra otra perspectiva del lugar que acabamos de abandonar.

La losa.


      Continuamos con la marcha disfrutando del anormal, para nosotros, verdor dadas las fechas que corren, vemos disfrutando de los pastos a las vacas tudancas autóctonas, también hay vacas "guiris" limusinas venidas del sur de Francia que se las ve que les sientan de maravilla el verde y las "anchoas" cántabras que se pescan en este bonito mar.

      

Cantábrica lux.


      Seguimos disfrutando del paseo, de la charla y del aroma marítimo que nos envuelve, cosa que echamos de menos en nuestra tierra.

       Descubrimos el colorido faro que de lejos nos parece pintado por Picasso, nos resulta curiosa la obra, viéndola de cerca nos sigue recordando al creador del cubismo, porque cubista está claro que lo es, incluso entre los animales pintados, vemos una cabeza de caballo que nos recuerda en cierta manera a la que aparece pintada en el Guernica, a este, le ve menos estresado, no es de extrañar, teniendo en cuenta que uno está inmerso en pleno bombardeo mostrando el dolor de un episodio espantoso que nunca anteriormente se había vivido, el bombardeo de un pueblo entero, por eso representa un caballo emitiendo un relincho desgarrador que lleva ochenta y cinco años inundando de espanto las entrañas a todos aquellos que le ven, un episodio que nunca debería haber ocurrido. El que ahora nos atañe es más reconfortante, pintado en un faro que se construye en mil novecientos ochenta y cinco al lado del anterior que fue derruido, treinta y cinco años después en el año dos mil veinte le pintan estas formas y animales fraccionados geométricamente. En él vemos la cabeza de caballo que decíamos anteriormente, ésta la vemos de mejor talante, feliz mirando al mar después de haberse comido un "cocido lebaniego" que le ha dejado como nuevo; a sus pies también vemos reflejado un buitre que también se le ve saciado, este de "cocido Montañés". La obra ha sido pintada según nos comentaron por Okuda, no podemos por menos de sorprendernos que hayan venido de Japón a pintar el faro de Ajo, posteriormente leyendo la suculenta historia del faro salimos del error, Okuda, es el seudónimo de un artista santanderino con obras realizadas en medio mundo, Francia, Estados Unidos, Canadá, incluso Rusia, etc., hemos vistos creaciones suyas fascinantes.

El colorido Faro de Ajo.


       Una vez hemos disfrutado de las formas y del colorido nos dirigimos a el mirador final de la senda, llegamos rápido, parece que vamos a ver el "Finis Terrae", en realidad somos conscientes que lo que vemos es una minúscula parte de la preciosa costa cántabra de la cual estamos disfrutando y que esperamos podamos seguir recorriéndola.


Al fondo Punta Cárcabo.


       En este punto damos media vuelta para volver al punto de partida, pasando de nuevo cerca del faro, a la ida no hemos parado porque le estaba utilizando una familia, pero ahora que no hay nadie aprovechamos para mirar por unos potentes binoculares que están colocados estratégicamente. Se ven preciosas vistas de la costa y también aprovechamos para ver si conocemos alguno de los viajeros del ferry Santander a Portsmouth, no lo conseguimos, está muy lejos. Para calmar nuestra curiosidad tenemos que investigar datos como, por ejemplo, la distancia de Santander a Portsmouth en línea recta es de 841,27 km. pero navegando es imposible hacerlo porque esa recta pasa por las penínsulas de Normandía y la Bretaña francesas que para esquivarlas aumenta la distancia a 687 millas náuticas o lo que es lo mismo 1.272 km. en lo que se emplean unas 29 horas, lo que quiere decir más de un día con el "estómago revuelto". Con ese malestar continuamos hasta que nos encontramos de nuevo con las pacificas tudancas y limusinas que nos transmiten su tranquilidad, nos llama la atención una tremenda grieta, da miedito pisar en ella, observándola no podemos por menos de preguntarnos cuánto durará antes de caerse robándole unos metros cuadrados a Cantabria.

La falla.


      Nos despedimos del coloreado faro de Ajo (que no está exactamente en el Cabo de Ajo) de las tudancas y las limusinas que no saben quiénes somos ni de dónde venimos y también decimos adiós a esa superficie que quizás en una fuerte marejada como la que hubo en el año 2015 se desprenda cayendo al mar. Hoy nos vamos con el cantábrico a babor totalmente en calma ¡Hasta la próxima!


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