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miércoles, 2 de abril de 2025

06-09-22 Secuoyas

  

06-09-22


"Macrocéfalo de Cloruro Sódico"

O como le dicen en Cantabria

 Cabezón de la Sal


Desayuno

       Por imperativo materno afectuoso necesitaba ir a Cabezón de la Sal, motivo: el recuerdo de una visita al mismo de hace sesenta años en el único viaje que hice de pequeño con mis padres. Allí tuvimos una deliciosa experiencia; disfrutamos de un riquísimo bizcocho que recordaríamos en multitud de ocasiones. Hoy trataremos de repetir la experiencia y para ello hemos creado un "petit comité" de catadores compuesto por tres integrantes del Comando Peñota. Imposible saber el bar de nuestros deliciosos recuerdos; elegiremos al azahar. Para ello nos sentamos en una pequeña terracita con dos mesas donde disfrutamos de “tres ricos cafés con leche y tres deliciosos trocitos de bizcocho”. Por un momento cerré los ojos y pude evocar aquel lejano y dulce momento.

       Aprovechando que el río Saja pasa muy cerca aparcamos casualmente a las espaldas del instituto Valle del Saja al que rodeamos viendo sus fachadas profusamente coloreadas, una pista de bolos de 1ª división en la que nos gustaría echar una partidita, también nos encontramos un anticipo de lo que se nos avecina, dos tremendos ejemplares de secuoyas que llevan unos ochenta años haciendo guardia en la entrada del recinto, los dos ejemplares se hayan incluidos en el registro de árboles singulares de Cantabria, estas Secuoyas tienen el nombre de Ygareda (en memoria de un benefactor del pueblo) del género secuoiadendron giganteun que tienen la capacidad de poder llegar a vivir hasta 3000 años lo que les da la posibilidad de conseguir unas medidas colosales y únicas. Son majestuosas y, viéndolas, nos recuerdan mucho a los dos ejemplares que están situados ante la entrada del palacio de La Granja, a los que se les conoce por los nombres del Rey y la Reina, con una pequeña diferencia: los diferentes decorados que se muestran a sus espaldas.                    

Secuoyas de Igaredo.

        Continuando con el paseo, nos acercamos al Parque de San Diego, donde está situada la casa de cultura, precioso edificio rodeado por un pequeño jardín donde apreciamos una gran diversidad de especies de árboles.


        Llegamos al ayuntamiento, donado por don Pedro de Igaredo, además de la escuela y una residencia de ancianos. El edificio está realizado en mampostería con las esquinas en sillería, sencilla construcción rectangular con cubierta a cuatro aguas y una altura de tres plantas, coronando una elemental entrada clásica, donde descubrimos una placa informativa con una curiosa leyenda.


Y cualquiera les dice que no.


       Nos acercamos también a la sencilla iglesia de San Martín construida hace unos trescientos años, ejecutada en sillería barroca con una llamativa torre que se eleva bastante por encima de la cubierta, con un llamativo chapitel que la remata.

San Martín, la barroca.




Bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal

"Yosemite Cántabro"

Comida

       Después de disfrutar del pueblo, de sus agradables gentes y por supuestísimo de nuestro añorado y rico bizcocho, nos acercamos a la "catedral natural" que se halla a dos kilómetros y medio del pueblo. Llegamos a las puertas de lo que correctamente no es una catedral, pero verdaderamente si un monumento natural, como así lo declaró el gobierno de Cantabria hace diecinueve años, no es producto de la naturaleza, fue creado por las manos del hombre con fines industriales, aprovechando la mano de obra de presos y  los bajos sueldos de aquellos duros tiempos, Patrimonio Forestal del Estado aprovecho para repoblar muchas hectáreas con diferentes especies de árboles, de una de ellas disfrutamos el día de hoy, hace ochenta años pensando en su rápido crecimiento y para su posterior utilización se plantaron en dos hectáreas y media la curiosa y capicúa cantidad de 848 secuoyas, afortunadamente no llegó el momento de cortarlas, gracias a lo cual hoy se puede disfrutar de este precioso, atípico y llamativo bosque.     

   Dejamos el coche en el aparcamiento frente al rótulo que nos indica los diferentes recorridos posibles para visitar el bosque.

Cartel informativo.

     Estudiado el pasquín para hacernos una idea de la visita, a la vista de las diferentes posibilidades, el Comando se dispersa: dos componentes escogen la posibilidad más lógica; el "maño segoviano" opta por empezar por una de las salidas de una de las rutas indicadas que tenemos enfrente  Comenzamos entre monte bajo que pronto nos da paso a un bosque mixto, donde descubrimos una gran diversidad de árboles, como robles, pinos, abetos, alerces, hayas, etc., con bastante maleza para encontrarnos con los primeros ejemplares que nos obligan a ir ascendiendo la vista por los erguidos troncos que nos encontramos hasta que la visual termina viendo el cielo. Estamos frente al "patio de las columnas de Cabezón", una multitud de "pilares" rectos, rojizos y con una altura de más de 40 metros que nos dan la sensación de que por encima solamente está el cielo.

Formación.

        La magnífica visión de todos los ejemplares nos da la sensación de estar dibujados con el tiralíneas, rectos, altaneros; nos miran desde las alturas, sabedores de nuestra inferioridad de talla y longevidad. En una ocasión leímos un proverbio oriental que decía: "El árbol retorcido vive su vida, mientras que el recto termina en tablas". Buena suerte la de todos estos ejemplares al ser declarados monumento, motivo por el cual se harán posiblemente milenarios. Ojalá pudiésemos volver a disfrutar de estos ejemplares dentro de esos mil años; seguramente no nos dejarían ver el cielo.

El cielo como testigo.


Bien alimentados.

          Dejamos las "gigantescas lanzas incrustadas" en las tierras del Monte de las Navas; se puede ver al terreno completamente teñido de marrón-rojizo por la "hemoglobina", la corteza, pequeñas ramas y los millones de acículas que se han desprendido con el paso del tiempo, pese a ser perennes. El suelo da la impresión de ser poco productivo, falto de materia orgánica; no nos imaginamos lo sencillo que sería descubrir nuestros boletus y níscalos, aunque es llamativo ver cómo las secuoyas crecen orondas y saludables.

        Antes de coger el coche, vemos lo que creíamos en principio un "alien" que resultó ser una hiedra trepadora que "come" muchos "esteroides" dándole un aspecto saludable. Curiosamente, uno de sus nombres comunes es el de hierba del gotoso; con estas abandonamos este lugar encantado.

Trepadoras robustas.



Postres hechos en casa

 "Yosemite segoviano"

  

          Veamos una selección de "postres caseros"; comenzaremos con una creación autóctona, "el tronco gabarrero". Nos referimos a la primera imagen de una secuoya que descubrió un componente del Comando Peñota a mediados de los años sesenta del siglo pasado. Hoy, sesenta años después, volvemos al lugar; desde entonces no la habíamos vuelto a ver y lo habíamos intentado en varias ocasiones. La visita al "Yosemite cántabro" fue la que "nos abrió el apetito" y la ley de la causalidad universal nos favorece. Nos encontramos con el lugar en obras; han cortado muchos árboles, gracias a lo cual vemos la copa que asoma por encima de la cubierta. Se la ve radiante. Entramos con curiosidad, doblamos la esquina con una cierta excitación y se nos presenta, preciosa, igual de gigante que la vimos cuando éramos liliputienses; pese a sus años, se la ve lozana. Eso sí, se le echan en falta las ramas bajas, producto de estar muchos años rodeada de robles. 


¿Cuanto tiempo?

Con ella empezó todo.
       El segundo postre sería una "tarta sacher", " un grueso bizcocho cubierto por encima y por los lados con un glaseado de chocolate negro" o lo que es lo mismo, un grueso tronco revestido completamente con sus ramas, ejemplar que le encanta a "Blancanieves".  Este arquetipo de "australopithecus sequoia", la conocimos unos años más tarde (es la más conocida del término). Se encuentra a quinientos metros escasos del primer ejemplar; durante muchos años ha sido compañero de juegos de la chiquillería hasta el momento en que se cerró la parcela. Se encuentra entre el Paseo del Tuerto y la calle Tritón; como la parcela está limpia, nos permite disfrutarla íntegramente (una maravilla). Es un ejemplar  de estructura casi perfecta con sus ramas que arrancan desde el suelo lo que ha permitido a infinidad de niños del pueblo aprendices de "Tarzanes" subirse a ella "a comer peras i higos" 


Se la ve sana.

La reina.

      La tercera receta sería una tarta de "tres chocolates": chocolate blanco (primer puente), chocolate con leche (segundo puente) y chocolate negro (tercer puente). Esta receta la hallamos subiendo el puerto del León en su margen derecha. La primera capa está en el puente que libra el arroyo Lagasca; se halla en la cota 1360 m. Aquí podemos descubrir medio centenar de secuoyas, algunas con un grosor notable, y lo más llamativo es que nos encontramos con jóvenes ejemplares que claramente son vástagos de los primeros ejemplares plantados. La segunda capa está a 1440 m. Es el conjunto más humilde y la tercera capa se halla a 1490 m., cerca ya de la cumbre del puerto, y es una bonita formación camuflada entre pinos sobre los que sobresalen los ápices de las secuoyas. Llegados a este punto, consultamos al "super cicuta de los montes", que, gracias a la ingente cantidad de datos que guarda en la memoria, nos pone al corriente. Nos comenta que, hace un siglo en números redondos, a instancia del ingeniero D. Marcelo Negre, se trajeron semillas y se mandó hacer un semillero de secuoyas de California ; producto de aquel son  estas pequeñas-grandes joyas y otras muchas repartidas por el municipio.

Puente primero.


Puente segundo.


               Claramente, la tercera capa es nuestra preferida; este pequeño, polifacético y mágico bosquecillo nos tiene completamente seducidos. En días claros le vemos esbelto; nos le podemos encontrar iluminado por el mayor foco que existe en la tierra y curiosamente le embellece incluso hasta la bruma, imagen esta que siempre nos cautiva.

Puente tercero.
   

Puente tercero iluminado.


"Gorilas en la niebla"


        La última receta, "pastas variadas", resultado del anteriormente referido semillero, se diseminaron múltiples herederos que se exhiben en diferentes puntos del pueblo.


          La primera pastita la encontramos en el centro forestal El Sequero; se la ve estilizada, suponemos que será gracias a los buenos cuidados recibidos.

Cabeza Reina como telón de fondo.

         Nos habían comentado hace tiempo de la existencia de un gran ejemplar ubicado dentro de la parcela del albergue que está enfrente del Sequero. Casualmente nos encontramos a la puerta con un matrimonio al que le comentamos nuestra curiosidad; ellos nos dicen que tienen alquilado el albergue al completo para celebrar el cumple de nuestra interlocutora, son setenta invitados. Como vamos a pasar desapercibidos, nos permite la entrada y aprovechamos para tratar de indagar sobre el supuesto ejemplar que nos habían comentado; nuestro paseo nos muestra el porqué de no verle desde la calle, ha sido talado, nos encontramos un "florón recubierto de azúcar glass"; por eso era imposible que la viésemos, mirábamos a las alturas y no asoma más de sesenta centímetros del suelo, pero vemos que era un gran ejemplar, "requiescat in pace."

Descanse en paz.


          Antes de irnos les comentamos nuestro hallazgo y nos despedimos de la cumpleañera  cantándola el Feliz cumpleaños a ti, en ingles segoviano, nos vamos en busca del siguiente ejemplar que nos han  comentado, cuando le encontramos, sorpresa, sorpresa, hemos pasado a diez metros en múltiples ocasiones y no la habíamos visto nunca, más curioso nos resulta al caer en la cuenta que no hay una, si no dos, son una pareja, eso si, están muy camufladas entre los pinos que las oprimen, una vez enfrente de ellas vemos a las "Due torri" de Bolonia que casualmente tenemos en mente actualmente, dos ejemplares preciosos que en este caso se han unido pòstres y arquitectura dando como resultado otra maravilla.

Due Torri:


          Nos dirigimos al punto cardinal opuesto donde tenemos una pequeña "caja de bombones"; nos da pena haber estado en esta parcela con su dueño cuando únicamente había un chalet. Hoy, urbanizada, resulta más difícil apreciarlas íntegramente. De nuevo, la ley de la casualidad universal nos es propicia y coincidimos con una propietaria que nos permite entrar para descubrir íntegros los dos "bombones" que tiene en su casa y al tiempo disfruta de la posibilidad de ver otra docena de "bombones" que tienen sus vecinos. ¡Muchas gracias!

Bombones del robledal.

Con nata.

          Subimos por la calle Serrano hasta el cruce que forman la calle Somormujo por la izquierda y por la derecha "La Diagonal," que atraviesa íntegramente una urbanización que hace sesenta años era un húmedo prado de un precioso verde, hábitat idóneo para grillos. Coincidiendo con el día que hice la primera comunión, un querido amigo y yo aprovechamos para cazar unos pocos; no nos acordamos de tener regalos, pero no se nos olvida la tarde que pasamos en aquella fresca pradera capturando "chapulines," que dirían en México. Me parece mentira haber sido testigo del cambio de aquella pradera de nuestras cacerías a los tremendos árboles que adornan y camuflan los edificios de la urbanización, que tenemos muy claro que tienen menos de sesenta años por todo lo anteriormente expuesto.

Villa Chapulin.

          La que más vemos, casi diríamos que a diario sobre todo una de las componentes del Comando es la excolegiala, es un ejemplar que parece salida de una escuela de modelos que desfila altanera por el parque infantil.

Arquetipo.

         Solo nos hemos quedado con las ganas de ver los ejemplares que hay en la Casa de Las Campanillas. En su día nos dijeron que para entrar en la finca tendríamos que pedir hora en la oficina de turismo para asistir a las visitas que se hacen periódicamente. La última vez que fuimos a preguntar, hace mucho tiempo ya, nos han saltado dos turnos y ahora no podemos; ya iremos.





          Solo nos queda reconocer que los ejemplares de secuoyas "segolifornianas" de la Casa de las Campanillas y la mayoría de las repartidas por el término son el producto de la actuación del ingeniero de montes Marcelo Negre, que en 1905 importó plantones de California para hacer aquí un pequeño vivero. 

    

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